Los charcos de agua en las calles desiertas, la humedad renaciente que pesa hasta en el respirar. Los niños amarrados a los brazos de su madre y que en una mirada de sus ojos agigantados parecieran ver lo más recóndito de mi alma, siempre les regalo una sonrisa y al quedar atrás me acoge esa melancolía vagabunda que siempre ronda por la ciudad pisando mis talones.
La soledad que me sigue como sombra, que me embriaga, que juega a las escondidas en el
murmullo de voces ajenas, que a veces finge una despedida pero solo se pierde en algún rostro extranjero. Y aunque me aqueja es mi compañera y en ocasiones mi preferencia.
Lo trivial desaparece en las tardes de lluvia mientras yo camino de la mano con los inquilinos de mi mente.
1 comentario:
A veces la ezquizofrenia es una sensación muy linda, vagar por ahí con muchos ruidos en la cabeza.
Me gusto tu escrito hoy.
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