lunes, noviembre 07, 2005

Campanas en medianoche..


Después de largo rato mirando el cuchillo de forma paranoica, lo tomé con mi mano diestra con tanta fuerza que la piel me tiraba. Corrí por el pasillo y entré a la primera habitación, con la puerta semiabierta lo clavé en el antebrazo izquierdo y comenzé a moverlo hacia arriba, removiendo piel y desgarrando músculos, la sangre corría a borbotones manchando la alfombra que momentos atrás se mostraba amarilla.
No sentía dolor, la ira y la impotencia se apoderaban de mi cuerpo, todo lo que pensé alguna vez de la muerte, de la autoflagelación se esfumó y en una habitación semioscura perdí el juicio.
La vista se nublaba, los párpados pesaban cada vez más, mi cuerpo no era nada o era solo un punto carne dentro de una mancha rojiza.
Mi cabeza cayó hacia la puerta, la luz fluorescente que se colaba me asustaba, siempre detesté esas luces, tan blancas, tan enfermizas. No se porque justo en ese momento tan crítico noté ese odio a unos simples focos.
Escuché voces, mis parpadeos duraban cada vez más. La respiración era tardía y ruidosa.
El dolor fluia punzante sobre los miembros rendidos que a su merced esperaban el momento culminante.
A mi lado unos retazos brillantes en el filo del cuchillo reían ante mis ojos vencidos.
Una figura casi anatómica sujeta mi mano mientras las luces se apagan. Suenan campanas celestiales y entre lágrimas mi corazón comienza a detenerse, liberando todo lo que anidaba.

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