lunes, septiembre 05, 2005

Mi jazmín...


Mi patio, fuente de belleza tantas veces ignorada.
Hoy el sol me invitó a salir, y me encontró deshaciendo hojas secas, llorando la vida que alguna vez existió en los pedazos cadavéricos que se escapaban entre los dedos.
Entre tanta nostalgia hallé un jazmín a mi lado y con manos esperanzadas lo rozé. Prometí cuidarlo, pero cuando iba a regarlo descubrí que sus raíces no estaban, mi jazmín era solo una rama atrevida que cruzó el muro.
Por segunda vez me topé con cadáveres y desconcertada vagué buscando algún retoño, algo que aún permaneciera vivo.
Miré a mi costado y ahí estaba entre plantas enfermas de invierno, ahí estaba, radiante, dotado de flores blanquecinas, lo examiné hasta llegar a sus pies, si estaban, el era mío.
Acaricié su esencia, sus flores y sentí una irrefutable ganas de absorber su sangre, es decir su perfume, mientras me contenía una flor se dejó caer en la palma de mi mano como voluntaria a mi deseo. Ella se desangró en mis labios, sangre dulce derramándose por mi garganta.
A modo de agradecimiento por tan dulce elixir veneraré a su progenitora, siendo así la ninfa de mi jazmín.

1 comentario:

Emilce dijo...

Nunca dejes de apreciar las cositas pequeñas regordetas de felicidad.